martes, 25 de febrero de 2014

LOLITA DE MIS DOLORES ERES NAPALM EN MIS MANOS…

No tenía pensado ver ninguna película anoche, y menos Lolita. Pero me sabía mal que mi novio no hubiese visto la película “estrella” de mi filmografía. Hace ya muchos años que leí y releí la novela de Nabokov, y puedo decir sin temor a equivocarme que habré visto este film unas 10 veces… pues bien, comencé a verla y no pude huir de la habitación. La primera escena siempre me atrapa irremediablemente. Jeremy Irons dando bandazos en ese coche siempre es demasiado para mí. Al volante de ese coche de época que zigzaguea por una carretera que no lleva a ninguna parte, mientras un revólver aún caliente se desliza en el asiento del copiloto y unos dedos ensangrentados acarician una vieja horquilla.

Vamos que me la tragué enterita por onceaba vez.

Creo que dejé de respirar en cuanto Dominique Swain salió por primera vez en escena, y cuando todo terminó, tenía un nudo en el estómago que no me dejaba dormir.

Me pasa pocas veces, pero algunas películas me dejan una sensación extraña, casi física, de “¿qué acaba de pasar delante de mis ojos?”. Quiero volver a sentir lo que sentía cuando estaba viendo esa película. Quiero que mi vida tenga una banda sonora de Morricone!!!

Esta mañana me ha dolido volver a la realidad. Siempre me pasa lo mismo, así que siento la necesidad impetuosa de escribir sobre ella, de pararme en esos pequeños detalles. Para bien o para mal ahí va mi reflexión…

La Lolita de Lyne es humana pero perversa, plagada de excesos, apasionada, que puede reducir a sus protagonistas a un estereotipo burdo y distante. Esta Lolita es tristemente una obra infravalorada, posiblemente por la polémica, sufriendo el acoso y derribo de los sectores más reaccionarios de una sociedad que no ve más allá del estereotipo de la historia de un hombre maduro y una niña de 14 años.

Es un complejo y duro retrato de una obsesión. En el continuo viaje de Humbert y Lolita vamos descubriendo las motivaciones que sienten el uno por el otro, lo que en parte les ha unido, y lo que no puede separarles. El carácter destructivo de ella y el autodestructivo de él crean una bomba que por mucho que oculten explotará dañando a todos los que alcance.

En mi opinión el uso del personaje de Quilty lo que hace es integrarlo en la historia a modo de perfil perverso de Humbret, de ahí su ensañamiento al encontrarse con él. Logra aspecto de pervertido, con esas conversaciones desde la oscuridad con Humbert, con las polillas quemándose, esas indagaciones sobre la jovencita, el momento en que la conoce y la habla como invitándola es “muy pederasta”. Humbert aparece como un personaje de moralidad confusa, de perversidad cuestionable, pero con un halo romántico y patético que hace una interpretación casi perfecta; brillante con esa mirada intensa que te da un punzón en el corazón. Actor talentoso que afronta con absoluta solvencia este rol de padrastro de la niña. Como un madurito obsesionado y ninguneado por una cría, con un conflicto entre culpa y su obsesión por ella. Sus gestos y el movimiento corporal que tiene, tan exacto, lo aleja de la imagen perversa que se podría esperar, dotando a su personaje de una ternura y vulnerabilidad estremecedora. Mientras Dominique Swain, es una mezcla de ternura y descaro, de maldad e inocencia, de preciosura y desenfado. Espíritu de ninfa perversa, felina, irascible, infantil, respondona, rebelde, muy espabilada para su edad, manipuladora, fresca, sexual, pelirroja, perfecta, triunfadora, valiente, conmovedora, despreciable, y poseedora de esa belleza triste. Por último Griffith demuestra porqué llegó a tener el nombre que tuvo, ya que su Charlotte es una auténtica cascada de matices, que consigue una incuestionable presencia en su breve papel. Siendo una mujer con carácter, difícil de soportar.

La película es acompañada por un ambiente romántico que la hace opresiva y bella. Me quedaría con multitud de escenas del film como el principio de la película, Jeremy Irons sujetando con sus dedos una horquilla como si de una criatura fascinante e inquietante se tratase; la escena de Lolita con aire de perversa nínfula sujetando un manojo de plátanos "irresistible"; el momento en que conoce por primera vez a Lolita tumbada sobre el césped del jardín, quedándose fijamente mirándola, absolutamente prendado de ella y cómo él es consciente de que en ese momento sin saber cómo su vida acaba de dar un vuelco y de que de alguna manera a partir de ahí se va a ver abocado a una zozobra emocional. Es precisamente ese primer encuentro entre ambos lo que va a marcar el desarrollo de la película. Otra escena muy cuidada es cuando están acostados. Gran idea oscurecer la escena, no sólo por no enseñar nada, sino porque es el ambiente ideal para una discusión fuerte. Y posteriormente cuando está reformada y embarazada, se ha casado y madurado, y trata a su padrastro de manera fría y distante, sin concesiones de ningún tipo, como si aparte de todo, le guardara rencor (como le dice al perro "Despídete, dile adiós a mi papa"), no quiere cuentas con Humbert, es agua pasada a pesar de que Humbert siga viéndola como su Lolita al margen de su aspecto.

Debe tenerse en cuenta que la historia perversa de la adolecente atrevida que es seducida por el marido de su madre, es un tema sumamente delicado de abordar sin morbo. Y aun así logra un film nostálgico, sutil, de belleza abrumadora, e intensa donde las haya, entremezclando un delicioso baile: el pecado, la lujuria, el amor, la desesperación...

La dulzura con la que se narra esta historia ni siquiera se acerca al empalago. Es emotiva, sincera y profunda. Su pequeña dosis de erotismo sin caer en obscenidades gratuitas la hace más irresistible aún. Esta carga erótica y de sensualidad son necesarias plasmar para llegar a entender el drama y sufrimiento en que se ve inmerso su protagonista. Cada imagen parece sacada de esos recuerdos que uno conserva de la infancia pero que se borra con el paso de los años. No solo por la imagen, el vestuario o el diálogo, sino por la forma de hacer que uno se quede con ganas de más. Más amor, más peligro, más Lolita. Y es ella la que hace que la historia te conmueva, sentir que tienes 14 años, cuando tus actos no eran más que fruto de la inocencia.

Muchas veces las miradas dicen más que las palabras. Esto añadido a contar con una escenografía muy cuidada de los años 40, y el tratamiento del color y adaptación al tiempo parecen desprendidos paso a paso de las páginas de Nabokov.

Con la historia podemos reflexionar sobre varios temas, como por ejemplo, hasta qué punto un suceso traumático en nuestra infancia nos puede marcar la edad adulta, y como éste puede desencadenar en una obsesión por recuperar esa parte de nuestra vida. El profesor es un hombre adulto, pero con corazón de niño, no tiene maldad, ni experiencia de ningún tipo, es una persona buena que se enamora de una niña que todavía está en la pubertad, pero que tiene mucha experiencia y sabe cómo manipular y sacar partido de su enorme sensualidad. Él sabe que lo que está haciendo no está bien visto y no es lo correcto, pero la quiere y no puede remediarlo. Por esto hay un punto en la película en que te paras a pensar y te preguntas: ¿Quién abusa de quién?, a veces parece que es el hombre maduro el que abusa de la niña, pero otras veces se ve claramente como es ella la que abusa de él...

El final esta excelentemente filmado sin caer en el ridículo, con un dramatismo y una angustia palpable. Con remordimiento, Humbert oye unos niños cantar y piensa que lo que más le dolía no era no tener a Lolita a su lado, sino la ausencia de Lolita en las risas de los niños. O como versaba la novela y cito literalmente: <<Y entonces supe que lo más punzante no era la ausencia de Lolita a mi lado sino la ausencia de su voz en ese concierto>>.

La gran baza de esta película es que no obvia los matices (“¡Acariciad los divinos detalles!”- decía Nabokov) y, por ello, en la conjunción de la melodía y las imágenes toca al espectador con un tono poético, desgarrado y trágico. A mí personalmente me impactó no solo por la banda sonora, o por cómo está contada sino por la historia en la que me siento reflejada, no por haber estado con un menor, sino por la sensación de angustia y enorme tristeza por un amor no correspondido e imposible de olvidar. En resumen: todo un deleite para los sentidos, tratándose de una de las más maravillosas obras de todos los tiempos. El pulso entre arte y tabú, donde por esta vez el tabú cedió...